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10 razones para no compartir piso

¡Comparte!

Me quiero ir a vivir sola. Con lo que gano actualmente no me lo puedo permitir y tendría que recibir ayuda de mis padres (señal para comentarios de: ¡Te aprovechas de tus padres!, ¡Caprichosa de mierda! ¡Hay gente peor que tú!).

Llevo desde el año 2005 compartiendo piso y he tenido todo tipo de compañeros. Y algunos han sido muy malos, algunos me han provocado ataques de ansiedad por no soportar el ambiente que se respiraba en el piso. Digamos que la expresión se podía cortar la tensión con un cuchillo se me queda corta.

Porque yo soy más de tijeras. ¿Qué? Sí, de tijeras. Ya lo expliqué en su día en el artículo de compañeros de piso chungos. Mi compañera de piso me cortó el cable del ventilador. Porque le dio la gana y porque estaba como una puta cabra. Claro que se inventó una excusa digna de teleflim de Antena 3 “¡Han saltado los plomos!” fue lo primero que escuché al abrir la puerta.

Ni que decir tiene que yo ya me imaginaba que algo había hecho, que salten los plomos no es como para que te entre un ataque de pánico. Pánico fue lo que me entró a mí cuando fui a mi habitación, miré mi ventilador y vi que estaba cortado “Es que se ha quemado con los plomos” pero el cable no tienen señal de haberse quemado (sí un corte perfecto) y además ¡Estaba desenchufado! (Señal para que mi compañera fingiese una llamada de teléfono que le daba la razón en su explicación).

Lo que me lleva a la primera razón para no compartir piso.

1. Te puede tocar un psicópata

No hace falta que sea como en las películas en las que la compañera a lo Mujer Blanca Soltera Busca se acaba apoderando de toda tu vida. Pero tampoco descarto que pase. No se suele hacer mucho pero tenemos que instaurar que a la hora de buscar compañero sea obligatorio pedir un expediente de enfermedades mentales. ¿Exagerado? Os puedo asegurar que no. Imaginad que vuestro compañero se deja de tomar las pastillas y de tener un compañero pasáis a tener tres más: Su yo infantil, su yo libidinoso y el compañero “normal”.

Y ojo a que no te pase como en Majadahonda que ya está pendiente el juicio del casero que supuestamente pasó por la licuadora a su inquilina. Muy fuerte todo, pero es que te das un repaso a las noticias y encuentras cosas como esta o esta y esta.

2. Se te reproducen los compañeros de piso

Y ojo que no me refiero a que se pongan aparearse por medio del salón (que también) o que se te cuelen con sorpresita (¡Que no eran michelines, que era un churumbel!) que también. Sino que un día empiezas a hacer las cuentas y ves que de dos compañeros has pasado a cuatro. Allí hay dos entes más que no salen en el contrato. No son fantasmas aunque algunos se las ingenian para parecerlo. Son los novios. Algunos son silenciosos, aparecen por la noche tarde y se van por la mañana temprano, al menos al principio. Pero un día empiezas a ver que el tendedero tiene ropa que no corresponde al sexo de tu compañero o compañera y que últimamente te cuesta más pillar el baño vacío. ¿Vivirá más gente aquí de la cuenta?

Cuando descubres este marrón se te acaban muchos de tus planes de libertad que tenías pensado para el fin de semana. Por ejemplo yo soy bastante reservada y no me gusta que me vean en ropa interior, ni chicas, ni chicos. Pero sé que mis compañeras se han ido y…¿pero y si sigue aquí el novio? ¿Me tengo que joder y ponerme los pantalones con el calor que hace? Puede que si aparezco en bragas y sujetador yo pase una vergüenza enorme, que el chaval se quede más cortado que la leche esa que se me olvidó tirar, o que la compañera (que por supuesto está muchísimo menos buena que tú) pille un cabreo que ni Brenda Walsh cuando Kelly le birló a Dylan. Ojo que yo tengo libertad para pasearme en bolas si me de la gana y más si en teoría el piso está solito para mí, pero ¿de verdad quiero entrar en una batalla en un piso en el que me voy a llevar como mínimo seis meses?

3. Los regalitos inesperados

Tu compañera está un poco rechonchilla y te alegras porque anteriormente has vivido con una anoréxica y eso no se podía soportar. (No quiero frivolizar con el tema porque es muy serio, pero compartir piso con alguien con desorden alimenticios es muy duro). Pero un día te suelta una bomba “Estoy embarazada”. No tienes edad para compartir piso con una chica de unos 20 años que está a punto de parir. Quieras que no es una responsabilidad, esa chica necesita ayuda y tú estás ahí para estudiar, trabajar, para llevar tu vida. O peor aún cuando te aparece en casa directamente con un recién nacido que se le ha olvidado declarar en el contrato. ¿Quieres aguantar llantos de madrugada día sí otro también? Va a ser como si fueras padre primerizo, descubrirás las penurias de ser padre sin gozar de sus alegrías porque ese niño ni te va ni te viene.

Toda la casa oliendo a mierda, toda la casa a prueba de bebés que te has tenido que poner a limar todos los sitios peligrosos para un niño pequeño. Los picos de la mesa, que si el frigorífico lo puede abrir y se nos mete dentro, que si el sofá están muy pegado a la ventana y se nos tira…

4. Se lo montan con todo y en todos lados

Tienes un compañero díscolo que le gusta más un rollo que a un tonto un lápiz (esta expresión no la entiendo mucho pero recuerdo a un compañero en primaria que se comió un lápiz y casi no lo cuenta). Que si Andrea, Melinda, Clara, Fulanita, Menganita…una por cada día de la semana. Que si en el dormitorio, que si en el sofá del salón, que si en la cocina, que si en la ducha…Y vale que si escuchas gritos y demás cuando estás estudiando o durmiendo no te hace la más mínima gracia pero es que cuando se lo montan en el salón y estás en tu cuarto con ganas de ir al baño y ¿sales o no? No se te apetece pasar por delante y comprobar de primera mano si el culo de tu compañero es peludo o no, pero te estás meando muy fuerte y ellos no terminan. Miras esa botella de agua vacía que tienes a tu lado y aún no te has dignado a tirar a la basura. Es tu salvación, es tu humillación. Yo por suerte tengo una vejiga medio inmortal y aguanto horas sin morirme, pero si esto le pasa a un tío yo lo siento muchísimo por él.

 5. Vives con Joe Dirt

Tu madre te llama constantemente y te dice lo típico de “Seguro que tienes hecho el cuarto un desastre” (En mi caso es totalmente cierto) “La cocina ¿la estás limpiando bien?” “Que seguro que no recoges los pelos del baño” “Que tu muy limpia no eres” “Que tus compañeros van a pensar que eres una guarra”. Los padres (y mi madre en concreto) nos quieren con locura pero tienen la misma idea de nosotros de la que tenían cuando teníamos quince años.

Yo soy un puto desastre. En mi cuarto. Tengo libros amontonados, ropa por el suelo, papeles debajo de la cama, el armario abierto con ropa cayendo de él, la cama sin hacer…pero en mi cuarto. Las zonas comunes son otra cosa. Ahí me esmero en poner orden y limpiar porque son zonas que hay que compartir. Así que cuando me toca el turno limpio todo (no digo que lo limpie perfectamente porque en estos temas cada uno lo hace de una manera u otra) pero me esfuerzo al máximo. Barrer, recoger, limpiar…En el baño es muy importante quitar pelos y limpiar la mierda que se queda detrás de la tapa del váter. En la cocina fregar los platos que se me amontonan pero en cuanto veo que hay más amontonados que limpios ahí que voy para que mis compañeros puedan comer tranquilos.

Y entonces me encuentro con que mis otros compañeros han guardado platos que están llenos de mierda ¿no se han terminado de írsele las manchas de tomate? Pues sigue frotando con fuerza aunque se te partan las uñas como hago yo. Lo de pasar los vasos sólo por el grifo y no meterles jabón…y encontrarte unos vasos que dan asco mirarlos. Y no hablemos de los malditos pelos que tu madre dice que no limpias. Y claro que yo soy pelirroja y yo me veo ahí pelos de todos los colores pero ninguno mío y me acuerdo de mi madre y de su frase de “seguro que tus compis son más limpias que yo” y te entran ganas de mandarle fotos o directamente los pelos en un sobre.

6. No tienes espacio

Llevas un año, dos, tres viviendo en ese piso compartido. Pero no vives en un piso compartido, vives en una habitación. Pequeña, con un sólo armario, una mesa y una estantería. Las zonas comunes no tienen un mobiliario en el que puedas poner muchas cosas y no puedes comprar muebles porque “esto es temporal”. Y porque a veces tienes compañeros tocapelotas que se molestan si dejas algo en el salón “¿Qué hace esto aquí? ¿No debería estar en tu cuarto?” Y allá que vas a dejarlo en tu cuarto enano mientras tu compañero está en el de la cama doble. Y te cagas en los muertos de todo porque llevas ya más de un año allí y tu zulo se te ha quedado más pequeño de lo normal.

Vas comprando cosas, caprichos y por necesidad. Ropa nueva lo primero porque desde que vives sola has perdido bastante peso (ya no está tu madre para cocinarte todos los días y no veas la pereza que da ponerse a mirar qué te haces para almorzar), te gusta leer y o compras más libros de lo normal como yo, o simplemente te terminas de leer los que tienes, te aburres y quieres leer más. Te regalan cosas, tienes recuerdos que quieres conservar, temas de trabajo, apuntes…un año, dos años, tres años…más cosas acumuladas y un piso que compartir en el que vives en una habitación en la que ya no cabes ni tú.

 7. Siempre es una fiesta

Te levantas temprano para ir a trabajar, tienes que quedarte en casa estudiando para un examen, estás durmiendo o echándote una siesta y de repente…¡Fiesta!. Da igual la hora que sea que siempre hay una timba. Que si ponme una de ron, que si vamos a poner el Singstar y llegan esos acordes que tan bien conoces:

Llegado un momento te preguntarán aquello de “¿No te estaremos molestando verdad?” y con una sonrisa falsa no te atreverás a responder más allá de “No qué va, no estaba haciendo nada” (Simplemente estabas durmiendo o preparando un examen muy importante, pero ya sabes no es nada comparado a la necesidad de ponerte a imitar a David Bustamante a grito pelado). Te insultas a ti misma hasta en arameo y eso que no sabes arameo, porque tú cuando te pones una película o a escuchar música sea la hora que sea, haces uso de los auriculares, ese instrumento mágico que se enchufa a través de un orificio al ordenador y te permite escuchar lo que sea sin que se enteren tus compañeros o todo el vecindario. Es algo bastante común que hasta los regalan en Renfe pero para tus compañeros es como hablarles del Santo Grial.

8. ¿En tu balda o en la mía?

No te cabe ya nada en el frigorífico y te parece de lo más extraño porque compras súper poco, no tienes mucho dinero o tiempo para ponerte a cocinar y entonces ¿de dónde cojones sale tanta comida? Cuentas las baldas, una, dos y tres. Cuentas cuántos vivís en el piso, uno, dos y tres. Buscas tu balda, aquella que se te designó el primer día y…sí efectivamente hay cosas que no recuerdas haber comprado. Tienes hambre poca comida y como en el milagro de los panes y los peces tu comida se te ha multiplicado. Tienes varias opciones, recolocar la comida en las otras baldas, callarte y aguantar o la opción más inteligente: comerte todo lo que veas porque lo que está en tu balda te pertenece. Así lo dispone la ley y si no lo dispone, debería.

La comida es otro de los elementos en los que la convivencia te atormenta. Te puede tocar un compañero de piso tocapelotas de estos que te juzgan por cómo comes. “Eso engorda” “Es no es sano” “¿Estás a dieta y puedes comer eso? Yo creo que no”. Mira sabrá mi dietista de alimentación que tú (Irónicamente cuando estaba escribiendo esto acaba de llegar el del Telepizza). O que se te pongan todos a cocinar a la vez y no puedas entrar ni para coger un vaso de agua porque no hay sitio. Y cuando estás lista para irte a dormir y tu cuarto se impregna de un olor a pollo al curry que te provocan ganas de vomitar. Porque pollo al curry bien pero cuando estás intentando dormir los olores fuertes son incompatibles (salvo ese horno holandés de Requisitos para ser una persona normal).

9. La vida del freelance

Me compadezco de los freelance que trabajen desde casa y que compartan piso. Esa reunión vía skype interrumpida por el ruido del secador de tu compañera, esos toques a tu puerta cuando estás metida de lleno en un texto para decirte cualquier chorrada, ese traductor dejándose los ojos y oídos en su próxima película para traducir y las preguntas constantes de “¿Y de qué va la peli?” “A ver ¿me lo enseñas?” “¿Cuánto te queda?” “¿Has terminado ya? ¿No? ¿Y estás seguro de que te va a dar tiempo?” Y tienes que mirar un momento para comprobar que tu compañero no haya mutado en tu madre.

10. El diez lo pones tú

Vamos que no se me ocurre ninguno más pero se me ha ocurrido la genial idea de proponeros este juego. Yo he dado nueve razones para no compartir piso basada en mi experiencia y en gente que conozco (porque sí, está todo basado en hechos reales o casi) así que mis lectores (lo digo como si tuviera) pueden comentar alguna experiencia personal para mostrar cuál sería el motivo número 10. ¿Os animáis?