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Las comedias románticas y el amor en abstracto

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Yo no creo en el amor en abstracto. Me es imposible. Y por ello nunca entiendo cuando alguien dice que su sueño es casarse o que se quiere casar en un futuro cuando no se está enamorado de nadie. Lo de «me quiero enamorar» no sé, no va conmigo. Yo no me quiero enamorar, yo me enamoro.

La mayoría de las películas románticas que he visto siempre tienen a una protagonista que está enamorada o colada por alguien como en el caso de Bridget Jones por Daniel Cleaver o Katherine Heigl que bebía los vientos por su jefe en 27 vestidos. Cuando la trama sigue este patrón la mayoría de veces, ese personaje del que está enamorado la protagonista no acaba siendo el elegido, sino que la chica conoce a alguien mucho mejor por el camino. En estos casos se ve venir porque el espectador sabe que ese enamoramiento inicial era una tontería, que se había idealizado a la persona, que no se tenía nada en común…(vamos, lo que suele pasar a veces en la vida real) salvo que aquí no nos encontramos a nadie de repente que sea la respuesta a todas nuestras súplicas (si es que suplicáis, por favor, no lo hagáis).

Hay otros caso de películas que es el que quiero tratar que la protagonista en cuestión (y es que este tipo de películas suele ser protagonizadas por mujeres) busca el amor así en general, en abstracto. Porque creen que el amor está a la vuelta de la esquina y recuerdo el caso de He’s not that into you con el personaje de Gigi. La chica acude cita tras cita ilusionada al máximo porque ha encontrado al amor de su vida, porque esta vez sí que es la buena (y nunca acierta claro). Y yo con ella tengo un problema. Es imposible que con cada cita que tenga crea haber encontrado el amor. Se supone que te enamoras porque la persona que tienes a tu lado es especial pero esta chica se enamora de todo el que habla con ella una media hora.

A mí este tipo de personas me parece que está cegada por la idea del amor, de casarse, tener familia…todas esas reglas de la sociedad, de los cuentos de hadas, de lo que nos dicen nuestros padres…y se casará con el primero que se lo pida no porque lo quiera, sino porque se lo ha pedido.

Eso nos lleva a otro tipo de películas donde la protagonista vive ya en pareja pero el espectador sabe que ese amor no es real, que esa relación está destinada al fracaso porque lo único que tienen es que se han acostumbrado el uno al otro, no en el buen sentido, sino como el que tiene un mueble medio roto en la casa pero le da pena tirarlo. Entonces llega él. El de la pasión, el de «vaya esto es lo que se siente cuando uno está enamorado».

Como ejemplo tenemos Leap Year aunque en este caso ambas relaciones son cero creíbles. Aquí el personaje interpretado por Amy Adams tras un viaje loco en busca de su futuro prometido (al que pretende pedir en matrimonio siguiendo una costumbre irlandesa) descubre que su relación sólo se basa en la apariencia, en «es lo que debemos hacer» y decide liarse la manta a la cabeza y liarse esta vez literalmente con su acompañante de viaje, el apuesto y atormentado Matthew Goode.

Y vale que son películas, pero es que hay mucha gente que estas cosas se las creen y sueñan con personajes como Colin Firth en Bridget Jones (que yo también, pero he aprendido que no existen) y se ciegan tanto, tanto que el primero que ven más o menos decente allá que van. Y es que nunca entenderé a esas chicas (el año pasado apareció un video de EFE relatando esto) que hablan de casarse sin estar enamorada. Porque el amor en abstracto no existe. Te enamoras de la persona.

Conoces a alguien que tienes cosas en común con él, mismo sentido del humor, que te hace reír, que te atrae…poco a poco te encariñas y luego llega el amor. Que no son las mariposas en el estómago, que no es el tonteo porque todo eso son los nervios y desaparece en unos meses. El amor llega cuando harías cualquier cosa por esa persona, cuando lloras cuando ésta lo pasa mal aunque esa misma persona se aguante las lágrimas, el amor es desearle que sea feliz aunque eso signifique tu infelicidad. Y los demás son tonterías.

Publicado en Cine, Opinión